Que será esto de la edad, que con el tiempo al parecer nos ponemos a mirar a las más bajitas, a las que recién comienzan a pretender tener alas, que miran a lo lejos y no saben de los tridentes ni las espadas que enfrentarán o que pertenecen a esa generación que ya dejó de tomarse el tiempo o la leche para comenzar el día. Qué será esto de los gustos radicales, que de un escorpión florecen los tauros, tauros por montones, que con el corazón engrandecido te miran a través de sus pestañas guiñándote algo más profundo que un ojo aparentemente cristalino. La mente de inmediato comienza a cavilar, y te dice “no, no con esos signos, ni con ella que es pequeñita, no volvamos a lo mismo, para qué?” pero sabes en el fondo que es el corazón, no la razón, ni el olvido o la nostalgia pulsátil, es su esencia lo que te sofoca las entrañas y te pide que vayas y le sonrías, porque qué tiene de malo esbozar un algo que se parece a una sonrisa, total no pasa nada. A pesar de saber que pasa de todo después de esa mirada.
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La ves alejarse quizás, la observas otro poco, ella te da la espalda sin saber que la contemplas entre medio de tanto libro y quisieras confrontarla, preguntarle su nombre – aunque ya lo sabes - o agradecerle por algo, cantarle una canción a sus manos pudorosas, a sus gestos nerviosos, a su voz acelerada, a su corazón estallando.
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No, no pasa nada con los tauros, ni con los escorpiones (…), yo solo toco mi guitarra, la miro, le digo al oído Matilde te amo y la abrazo como si fuera lo último y lo primero, como si ya no cupiera en mí tanto acorde salpicón y luego de eso, luego de tanta melancolía me entretengo pintando mandalas.
La ves alejarse quizás, la observas otro poco, ella te da la espalda sin saber que la contemplas entre medio de tanto libro y quisieras confrontarla, preguntarle su nombre – aunque ya lo sabes - o agradecerle por algo, cantarle una canción a sus manos pudorosas, a sus gestos nerviosos, a su voz acelerada, a su corazón estallando.
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No, no pasa nada con los tauros, ni con los escorpiones (…), yo solo toco mi guitarra, la miro, le digo al oído Matilde te amo y la abrazo como si fuera lo último y lo primero, como si ya no cupiera en mí tanto acorde salpicón y luego de eso, luego de tanta melancolía me entretengo pintando mandalas.
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C.
3 comentarios:
hay una cosa que me encanta decir "si las miradas mataran, estarían todos muertos"
y no son los signos, es la vida :)
besitos
Hola Matilde, enigmaticas letras... me encanta que pintes mandalas.
Te abrazo con el cariño de siempre.
MentesSueltas
Este escrito es bellísimo, me suena a momento complice entre la que escribe y sus lectores...me gustó mucho!
Bss
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